Te me
antojas. Y no sé de qué otra forma decirlo. Te me antojas como una crepa de Nutella
con un café bien cargado. Así de dulce y así de oscuro.
Te me
antojas entre risas. Entre sonrisas y perversiones juguetonas. Envuelta en tu
outfit de "niña bien" y entre besos de tus deliciosos labios.
Se me
antoja acariciar tu pelo, mirar tu sonrisa, tocar los hoyuelos de tus mejillas
y deleitarme con tu caótica, y divertida risa.
Te me
antojas mal.
¡No te
acerques! No te alejes. Sólo quédate ahí. Déjame fantasear con tu dulzura entre
mis dedos y tu mirada clavada en mis ojos. Temo perder el foco si te acercas.
Temo perder la esperanza si te alejas.
Mis
miedos se abalanzan sobre mi cuando me doy cuenta de que te me antojas muy
cabrón. Y no porque te me antojes, y no porque tema al ridículo o al rechazo.
No le temo a los miedos pendejos que temía en la adolescencia... O bueno,
sí.
No le
temo al hecho de que me encantaría coger contigo. Le temo al hecho de que
coger, no es lo único para lo que te me antojas.