martes, 10 de septiembre de 2019

Mamitis.

Siempre he sabido que V es el amor de mi vida. Lo que aún no sé es cuándo dejara de serlo.

Hoy, mientras revisaba las cartas que le escribí… no pude dejar de sentir nostalgia… y no sólo por ella, sino por mi. Por el yo que era capaz de tomar ese torrente de sentimientos y emociones, y transformarlo en palabras sobre un papel ¡Verga! Extraño eso.

Extraño sentir las emociones a flor de piel, el deseo incontenible de dejarme arrastrar hacia el romanticismo de la forma más idiota posible… Y por supuesto que es una especie de deseo infantil. Es igual al deseo que siento de despertarme el 6 de enero en una casa con adornos navideños y con olor al pino que yace en la sala, debajo del cual hay cajas y cajas de regalos que son todos para mi (soy hijo único).

Es igual al deseo de regresar a casa de mi mamá… abrir el refrigerador y encontrar algo delicioso y recién cocinado. Sentarme a la mesa, sin siquiera tener que cocinar, y que mi mamá me sirva la comida que yo quiero, pero que también me obligue a comer verdura o sopa. Extraño muy cabrón la sensación de “hay alguien que me cuida”, porque saber eso, me hacía sentirme bien, tranquilo, contento. Me hacía sentir que, sin importar lo difícil de la semana anterior… o del año anterior, de algún modo mágico, todo iba a estar bien ahora, porque yo ya estaba de regreso, bajo el amparo de mi mamá… A pesar de todo, siempre supe que, mientras yo la tuviera a ella, -y aunque pasara meses sin verla- todo lo demás, tarde o temprano, de un modo u otro, iba a estar bien.

Tuve que encontrar el estoicismo, la filosofía, y devorar libros sobre mindfulness y psicología. He tenido que crecer y convertirme en un hombre, porque cuando ella murió, supe, por primera vez en la vida, que no quedaba nadie que pudiera rescatarme. Nadie que pudiera rescatarme del mundo, pero más importante: Nadie que pudiera rescatarme de mi mismo.

Ella era la única que sabía como.

La extraño más de lo que quiero creer. 



lunes, 5 de agosto de 2019

La religión ha muerto. Larga vida a la religión

Nos guste o no (a mi me gusta) las religiones del mundo están muriendo. Vivimos en una era de “transparencia involuntaria” en la que es extremadamente difícil ocultar las grandes verdades del mundo. Si bien, aún existen, y seguirán existiendo miles de misterios y enigmas en el universo; nuestra historia (desde que tenemos registro de ella como tal), es un libro abierto, al alcance de cualquiera con la suficiente curiosidad como para buscarlo.

El día de hoy, ningún pastor, rabino o cura puede obligarte a aceptar una “verdad”, porque el día de hoy, puedes sacar el smartphone y decirle al padrecito: “mire, usted está equivocado… violar niños SÍ está mal”, te puedes convertir a cualquier otra religión que te acomode mejor. O peor aún: puedes echarte un clavado a google y ver que los esquizofrénicos y los fanáticos religiosos comparten muchos rasgos, como escuchar voces… y de esas 3 simples formas, hoy, cualquiera puede refutar los 3 argumentos básicos de cualquier creencia religiosa: el argumento de autoridad, el de tradición y el de revelación.

Sin embargo, en esta ocasión, damita, caballero, no vengo a decirle por qué la religión es pura mierda (¡que, vaya que lo es!) sino a abordar un tema mucho más interesante: Ok, la religión, como la conocemos, está destinada a desaparecer… ¿Qué viene después?

Hoy, tras casi 2 mil años de la caída de Roma, nuevamente tenemos un movimiento filosófico significativo, que retoma las grandes preguntas indescifrables del universo, no para dar una respuesta definitiva, sino para hacernos conscientes de lo importante que es seguirnos formulando más y más preguntas relevantes.

Dicho abordaje sobre ideas tan viejas como la humanidad es el clavo en el ataúd, que, irrevocablemente acabará con las prácticas religiosas como las conocemos hoy en día, porque en una sociedad tan abierta y con tantas verdades al alcance de cualquiera, insistir en un dogma al estilo de las grandes religiones judeo-romanas, es una vil y llana necedad… pero además, por primera vez en siglos: es una elección. Hoy tú puedes elegir no ir a misa, y nadie te va a quemar en la hoguera por ello. (a menos, claro, que vivas en algún país con ley Sharia).

Esta inminente desaparición de la práctica religiosa hace que surjan nuevas dudas: ¿Y la moral? ¿y las costumbres? ¿A qué nos vamos a encomendar cuando necesitemos “ayuda divina”? ¿a quién le vamos a rezar? ¿A quién le vamos a agradecer? Y la respuesta a todo eso, es muy simple: No lo sé.

Pero lo que sí sé, es que este “resurgimiento” de la filosofía moderna, no es una casualidad; por el contrario, justamente es la contrapropuesta con la que, una humanidad cada vez más evolucionada y consciente, está afrontando esas grandes preguntas universales. Como ya vimos en párrafos anteriores, vivimos en la era de la post-verdad, en la que ya nada se puede ocultar, por eso las religiones (que se basan en la manipulación deliberada de la realidad) ya no pueden subsistir, pero también por eso mismo, lo que sea que las sustituya, tendrá que ser algo totalmente diferente a lo que hemos tenido en la historia. Tendrá que ser un sistema filosófico-moral, que no de cabida a la farsa ni al engaño, sino única y exclusivamente a la verdad… y al hacerlo, deberá reconocer que “la verdad” ni siquiera existe, sino que es sólo un concepto subjetivo.

El sistema que reconozca a la verdad como algo “intangible” y subjetivo, será una evolución brutal sobre los dogmas actuales, basados, en su mayoría, en la idea de que “Existe una verdad única e irremplazable, y cuando te entregues por completo a ella, serás feliz / te irás al cielo / alcanzarás el nirvana”; por el contrario, nuestro nuevo paradigma “religioso” se convertirá en un paradigma “filosófico” en el cual, cada individuo sea capaz de entender la importancia de desarrollar mente y espíritu, en el que cada uno sea capaz de hacerse responsable de sí mismo, de su propio destino y de su relación con el entorno.

Sam Harris tiene una disertación increíble sobre cómo abordar la “espiritualidad” desde una perspectiva completamente laica, e incluso sugiere que, contrario a lo que se piensa, la ciencia SÍ es capaz de responder preguntas morales.

En conclusión, en la era de las redes sociales; la filosofía, la ciencia, la tecnología y la moral, no sólo vuelven a ser relevantes, sino que además, comienzan a entremezclarse entre sí, de formas que nuestro mundo no había visto antes, y eso nos da un excelente pretexto para revisar a las grandes mentes de la historia como Platón, Séneca o Marco Aurelio, pero también de adentrarse en la “nueva filosofía” y la “nueva ciencia” de la mano de los que tal vez serán considerados como las grandes eminencias de nuestra época, como: Sam Harris, Stephen Hawking o Alain de Boton.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

En la Nápoles

El poli de la entrada se me queda viendo. Me conoce bien, hemos platicado trivialidades varias veces, está acostumbrado a verme por aquí. Se acerca (seguramente para “correrme” de la unidad), y su expresión al ver mi rostro me hace entender que me veo tan mal que como me siento.

Este lugar me hace sentir extraño. Para un chico de Ecatepec, es extraño ver una unidad habitacional con pasto, sin rejas ni alambre de púas sobre el portón, aunque en la Nápoles sea lo más común. Cada que vengo, no puedo evitar sentir el ferviente deseo de pertenecer a esto. De, algún día, llegar por la noche a una casa que tiene pasto y jardín a la entrada, en vez de alumbrado público inservible y la necesidad de estar alerta a cada paso.
Me gusta venir aquí, y lo hago seguido… y a veces lo odio.

Ésta, en la que estoy, es “mi banca”. La elegí porque está a la vuelta de la entrada del departamento al que vengo, desde aquí puedo ver si alguien de ahí llega o se va; pero mi presencia no se nota desde adentro.

Como siempre llego antes de lo acordado y además siempre me hacen esperar de más, un día decidí traer un buen libro conmigo, y encontrar un lugar tranquilo para leer mientras espero. Así encontré esta banca que me ofrece tranquilidad y comodidad, pero en la que mi presencia es imperceptible para quien vive en esa casa.

Quien vive en esa casa…

Son las 11 de la noche, y mi camino de regreso a Ecatepec se vuelve más complicado con cada segundo que desperdicio aquí sentado… pero es que no puedo levantarme… es decir: puedo, pero ¿Qué caso tiene? ¿Qué caso tiene preocuparme porque no me asalten esta noche? ¿Qué caso tiene buscar una forma de llegar a casa? ¿Qué caso tiene cualquier cosa sin ella?

No logro descifrar si la expresión en la cara del poli fue de lástima o de empatía, pero se detuvo por completo y regresó a su caseta sin decirme nada ¿Estaré llorando?

La primera vez que entré a esta unidad, me regocijó la idea de que, en el futuro, la visitaría muchas veces más. Pero hoy sé que no voy a volver a pisarla nunca más… tal vez por eso estoy extendiendo lo más que puedo estos segundos de amarga agonía.

Siempre supe que lo nuestro no iba a durar. Era demasiado perfecto. Tú eras perfecta… y en mi casa me enseñaron que si algo era demasiado bueno para mí, entonces no lo merezco.

También supe que no iba a durar cuando me decías que no tocara tu puerta, sino que te esperara afuera, o cuando, al regresar a dejarte, preferías entrar sola a tu casa… sabía que me ocultabas de tu familia ¿Te daba pena que vieran al wey con que andabas? ¿Lo hacías para protegerme de sus críticas? No lo sé y no me importaba. Te amaba de una forma tan pendeja, que me valía verga el motivo que tuvieras, mientras pudiera verte, acariciarte, y detonar esa pinche risa encantadora que me convertía en el más imbécil chango amaestrado.

Te di todo lo que me dejaste darte… porque yo por ti habría dado mucho más. Habría dado todo lo que tengo y también lo que no tengo…

Pero a pesar de todo lo que di, tú no eras para mí. Sentado en esta banca donde tantas veces esperé por ti, me doy cuenta de que nuestros caminos no se cruzaban de la forma en que yo deseaba forzarlos… que ni yo te podía hacer reír tanto, ni tú podías darme lo que yo desesperadamente deseaba de ti. Entendí que un día te vas a enamorar como yo me enamoré de ti, y qué vas a forjar una relación estable y amorosa… pero que no va a ser conmigo.

Y lo sé, y lo entiendo, y siempre lo supe, te juro que sí.

Y también te juro que, a pesar de que tú no me amas, y a pesar de que odio la forma tan brutal en qué estoy dispuesto a humillarme y darte hasta lo que no tengo… permanezco en esta banca a altas horas de la noche con la cara empapada en llanto, porque lo que más deseo en el universo en este instante, es verte salir por esa puerta y que te sientes junto a mi, me abraces y me digas “yo a ti también”

miércoles, 8 de agosto de 2018

Me caga. Me encanta.

Me caga...
y me encanta...
Abrazarte clandestinamente y con cuidado, como un gato que acecha a su presa en absoluto silencio, para evitar que escape y jamás la vuelva a encontrar. Me caga quedarme con estas ganas... Y me encanta.

Me caga porque mi lado más animal, no me perdona la cautela con que me acerco a tus besos, me caga sentir el momento exacto en que tu cuerpo te traiciona, y me muestra que tienes exactamente las mismas ganas que yo... Me caga saber que tus ganas y mis ganas se miran fijamente detrás de nosotros, que se anhelan el uno al otro y que a veces están tan, pero tan cerca, que casi se pueden tocar... y que tú y yo, somos sus carceleros.

Y me encanta. Me encanta tenerte a escondidas, conocer el sabor de tus labios prohibidos, saber que este "casi" te encanta tanto como a mí.

Me encanta que me digas "necio"... Y me encanta este juego del "y qué tal si..."

viernes, 13 de marzo de 2015

Paisaje

Te me antojas. Y no sé de qué otra forma decirlo. Te me antojas como una crepa de Nutella con un café bien cargado. Así de dulce y así de oscuro. 

Te me antojas entre risas. Entre sonrisas y perversiones juguetonas. Envuelta en tu outfit de "niña bien" y entre besos de tus deliciosos labios.

Se me antoja acariciar tu pelo, mirar tu sonrisa, tocar los hoyuelos de tus mejillas y deleitarme con tu caótica, y divertida risa. 

Te me antojas mal.

¡No te acerques! No te alejes. Sólo quédate ahí. Déjame fantasear con tu dulzura entre mis dedos y tu mirada clavada en mis ojos. Temo perder el foco si te acercas. Temo perder la esperanza si te alejas. 

Mis miedos se abalanzan sobre mi cuando me doy cuenta de que te me antojas muy cabrón. Y no porque te me antojes, y no porque tema al ridículo o al rechazo. No le temo a los miedos pendejos que temía en la adolescencia... O bueno, sí. 

No le temo al hecho de que me encantaría coger contigo. Le temo al hecho de que coger, no es lo único para lo que te me antojas.

martes, 24 de febrero de 2015

Tarde de sol.



Nos subimos a una vieja camioneta de tu tío ¿
o tía? no recuerdo. Y manejamos a lo vil pendejo por... ¿Horas? tampoco recuerdo.

Lo que recuerdo es el sol entrando por el parabrisas y pegando de lleno en tu abdomen, haciendo resaltar los vellitos de esa zona de tu cuerpo. llevas sandalias, un short de mezclilla y una blusa transparente de flores, sobre ese bra azul que tanto me gusta.

Me encanta sentir el sol en la cara mientras te escucho hablar, mientras me hablas con ese tono divertido/sucio tan tuyo. Me fascinas. Me fascina lo que me haces sentir cuando hablas con esa vocecita de niña, y cómo de repente cambias el tono por una voz sexy, lujuriosa que me hace desear de forma muy enferma darte un beso. Comerte. Saborearte. Me haces babear.

Brincas a la parte de atrás de la camioneta y comienzas a susurrar cosas en mi oído mientras muerdes mi lóbulo. El sol no me deja ver, tú no me dejas manejar, y las ganas de ti no me dejan pensar.

Nos detenemos porque es imperativo.

Te dejo acariciar mi cuello desde la parte de atrás de la camioneta y s
aboreo cada instante de ti. Te amo y amo la forma tan estúpida en que me cautivas. Amo tocarte, abrazarte y sentir tu piel rozando la mía.

Pasamos horas cogiendo de la forma más deliciosa que recuerdo. Con calma, con cariño, despacio, hablando, riendo y jugando. Compartiendo tu cuerpo con el sol que entra por el parabrisas y que me deja ver cada detalle de tu piel, que me hace enamorarme de la sombra que se dibuja por debajo de tus chichis, y del resplandor dorado que irradian tus pupilas cafés.

¿Arrancamos? ¿en algún momento nos fuimos de ahí? ¿Llegamos a dónde íbamos? Tampoco lo recuerdo. Me gusta dejar el separador de la historia en esta página para que, a pesar de que tu libro está cerrado, cada que me asome a él, recordar que fuiste especial.

Muy pinche especial.



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miércoles, 21 de enero de 2015

¿Por qué Caín?

Caín fue el primogénito de Adán y Eva, y algunas leyendas cuentan que fue el depositario del "veneno" que la serpiente y el fruto prohibido dejaron en Eva; que venía "maldito" desde antes de nacer, ya que fue el producto directo del primer contacto hombre-mujer, del pecado original. Caín es el primer hijo del hombre, hijo del amor, de la pasión, de la lujuria y el sexo, hijo del pecado, de lo incorrecto, de la desobediencia y la rebelión. De la libertad, de la razón, de la curiosidad.
Abel, por el otro lado, simboliza todo lo "divino", su concepción fue "bendecida" por la unión de Adán y Eva, es un hijo "dentro del matrimonio" simboliza la sumisión, el arrepentimiento, la sensación de culpa, la voluntad de subyugarse ante algo o alguien, el deseo de ser guiado, de callar, obedecer y conformarse con "lo que dios quiera" darle.
Eso explica por qué, dado el momento de elegir, Yahvé eligió al segundo, ya que la mera existencia de Caín lo ofendía. Caín no es "hijo de dios", es hijo de la serpiente, pero también del árbol de la sabiduría.
Caín es el orgullo de ser humano, de ser imperfecto, de cometer errores, y aún así defender su posición mortal a capa y espada. Caín es el modelo del escepticismo, del humanismo y del pensamiento crítico desde el momento que tuvo los huevos para mirar a dios de frente y decirle. "No me arrepiento, y prefiero vivir maldito por siempre, antes de arrodillarme ante ti".

Mamitis.

Siempre he sabido que V es el amor de mi vida. Lo que aún no sé es cuándo dejara de serlo. Hoy, mientras revisaba las cartas que le escri...