lunes, 5 de agosto de 2019

La religión ha muerto. Larga vida a la religión

Nos guste o no (a mi me gusta) las religiones del mundo están muriendo. Vivimos en una era de “transparencia involuntaria” en la que es extremadamente difícil ocultar las grandes verdades del mundo. Si bien, aún existen, y seguirán existiendo miles de misterios y enigmas en el universo; nuestra historia (desde que tenemos registro de ella como tal), es un libro abierto, al alcance de cualquiera con la suficiente curiosidad como para buscarlo.

El día de hoy, ningún pastor, rabino o cura puede obligarte a aceptar una “verdad”, porque el día de hoy, puedes sacar el smartphone y decirle al padrecito: “mire, usted está equivocado… violar niños SÍ está mal”, te puedes convertir a cualquier otra religión que te acomode mejor. O peor aún: puedes echarte un clavado a google y ver que los esquizofrénicos y los fanáticos religiosos comparten muchos rasgos, como escuchar voces… y de esas 3 simples formas, hoy, cualquiera puede refutar los 3 argumentos básicos de cualquier creencia religiosa: el argumento de autoridad, el de tradición y el de revelación.

Sin embargo, en esta ocasión, damita, caballero, no vengo a decirle por qué la religión es pura mierda (¡que, vaya que lo es!) sino a abordar un tema mucho más interesante: Ok, la religión, como la conocemos, está destinada a desaparecer… ¿Qué viene después?

Hoy, tras casi 2 mil años de la caída de Roma, nuevamente tenemos un movimiento filosófico significativo, que retoma las grandes preguntas indescifrables del universo, no para dar una respuesta definitiva, sino para hacernos conscientes de lo importante que es seguirnos formulando más y más preguntas relevantes.

Dicho abordaje sobre ideas tan viejas como la humanidad es el clavo en el ataúd, que, irrevocablemente acabará con las prácticas religiosas como las conocemos hoy en día, porque en una sociedad tan abierta y con tantas verdades al alcance de cualquiera, insistir en un dogma al estilo de las grandes religiones judeo-romanas, es una vil y llana necedad… pero además, por primera vez en siglos: es una elección. Hoy tú puedes elegir no ir a misa, y nadie te va a quemar en la hoguera por ello. (a menos, claro, que vivas en algún país con ley Sharia).

Esta inminente desaparición de la práctica religiosa hace que surjan nuevas dudas: ¿Y la moral? ¿y las costumbres? ¿A qué nos vamos a encomendar cuando necesitemos “ayuda divina”? ¿a quién le vamos a rezar? ¿A quién le vamos a agradecer? Y la respuesta a todo eso, es muy simple: No lo sé.

Pero lo que sí sé, es que este “resurgimiento” de la filosofía moderna, no es una casualidad; por el contrario, justamente es la contrapropuesta con la que, una humanidad cada vez más evolucionada y consciente, está afrontando esas grandes preguntas universales. Como ya vimos en párrafos anteriores, vivimos en la era de la post-verdad, en la que ya nada se puede ocultar, por eso las religiones (que se basan en la manipulación deliberada de la realidad) ya no pueden subsistir, pero también por eso mismo, lo que sea que las sustituya, tendrá que ser algo totalmente diferente a lo que hemos tenido en la historia. Tendrá que ser un sistema filosófico-moral, que no de cabida a la farsa ni al engaño, sino única y exclusivamente a la verdad… y al hacerlo, deberá reconocer que “la verdad” ni siquiera existe, sino que es sólo un concepto subjetivo.

El sistema que reconozca a la verdad como algo “intangible” y subjetivo, será una evolución brutal sobre los dogmas actuales, basados, en su mayoría, en la idea de que “Existe una verdad única e irremplazable, y cuando te entregues por completo a ella, serás feliz / te irás al cielo / alcanzarás el nirvana”; por el contrario, nuestro nuevo paradigma “religioso” se convertirá en un paradigma “filosófico” en el cual, cada individuo sea capaz de entender la importancia de desarrollar mente y espíritu, en el que cada uno sea capaz de hacerse responsable de sí mismo, de su propio destino y de su relación con el entorno.

Sam Harris tiene una disertación increíble sobre cómo abordar la “espiritualidad” desde una perspectiva completamente laica, e incluso sugiere que, contrario a lo que se piensa, la ciencia SÍ es capaz de responder preguntas morales.

En conclusión, en la era de las redes sociales; la filosofía, la ciencia, la tecnología y la moral, no sólo vuelven a ser relevantes, sino que además, comienzan a entremezclarse entre sí, de formas que nuestro mundo no había visto antes, y eso nos da un excelente pretexto para revisar a las grandes mentes de la historia como Platón, Séneca o Marco Aurelio, pero también de adentrarse en la “nueva filosofía” y la “nueva ciencia” de la mano de los que tal vez serán considerados como las grandes eminencias de nuestra época, como: Sam Harris, Stephen Hawking o Alain de Boton.

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