
En México, desde niños, en los cuentos infantiles, las series de TV, las películas, las caricaturas; nos enseñan a idealizar la figura de “El bueno” el héroe, el que hace lo correcto y sigue, con devoción, el camino establecido, las buenas costumbres, la democracia, las leyes. Así que crecemos con este ideal de convertirnos en eso, en “el bueno” de cualquier cuento.
Después, (o durante) la sociedad y la tradición predominantemente católica, se encargan de llenarnos con información de lo que “ser bueno” significa: Significa ir a misa, ser el último en sentarse a la mesa, no beber, fumar ni drogarse, ser recatado(a), no tener sexo, ni intenciones sexuales, ¡vaya! ni siquiera imaginar desnudos o cosas por el estilo (pecar de pensamiento). En pocas palabras; ser “Bueno” es seguir todas las reglas (en especial las religiosas), con religiosa devoción.
Después, (o durante) la sociedad y la tradición predominantemente católica, se encargan de llenarnos con información de lo que “ser bueno” significa: Significa ir a misa, ser el último en sentarse a la mesa, no beber, fumar ni drogarse, ser recatado(a), no tener sexo, ni intenciones sexuales, ¡vaya! ni siquiera imaginar desnudos o cosas por el estilo (pecar de pensamiento). En pocas palabras; ser “Bueno” es seguir todas las reglas (en especial las religiosas), con religiosa devoción.