martes, 24 de febrero de 2015

Tarde de sol.



Nos subimos a una vieja camioneta de tu tío ¿
o tía? no recuerdo. Y manejamos a lo vil pendejo por... ¿Horas? tampoco recuerdo.

Lo que recuerdo es el sol entrando por el parabrisas y pegando de lleno en tu abdomen, haciendo resaltar los vellitos de esa zona de tu cuerpo. llevas sandalias, un short de mezclilla y una blusa transparente de flores, sobre ese bra azul que tanto me gusta.

Me encanta sentir el sol en la cara mientras te escucho hablar, mientras me hablas con ese tono divertido/sucio tan tuyo. Me fascinas. Me fascina lo que me haces sentir cuando hablas con esa vocecita de niña, y cómo de repente cambias el tono por una voz sexy, lujuriosa que me hace desear de forma muy enferma darte un beso. Comerte. Saborearte. Me haces babear.

Brincas a la parte de atrás de la camioneta y comienzas a susurrar cosas en mi oído mientras muerdes mi lóbulo. El sol no me deja ver, tú no me dejas manejar, y las ganas de ti no me dejan pensar.

Nos detenemos porque es imperativo.

Te dejo acariciar mi cuello desde la parte de atrás de la camioneta y s
aboreo cada instante de ti. Te amo y amo la forma tan estúpida en que me cautivas. Amo tocarte, abrazarte y sentir tu piel rozando la mía.

Pasamos horas cogiendo de la forma más deliciosa que recuerdo. Con calma, con cariño, despacio, hablando, riendo y jugando. Compartiendo tu cuerpo con el sol que entra por el parabrisas y que me deja ver cada detalle de tu piel, que me hace enamorarme de la sombra que se dibuja por debajo de tus chichis, y del resplandor dorado que irradian tus pupilas cafés.

¿Arrancamos? ¿en algún momento nos fuimos de ahí? ¿Llegamos a dónde íbamos? Tampoco lo recuerdo. Me gusta dejar el separador de la historia en esta página para que, a pesar de que tu libro está cerrado, cada que me asome a él, recordar que fuiste especial.

Muy pinche especial.



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