jueves, 17 de mayo de 2007

Este amor...




Se fue… murió.

Se cansó de entregarse, de desear, de anhelar, se cansó de querer que estuvieras cerca, de extrañarte y de soñar contigo.

Ya es sólo un recuerdo amargo de una época en que mostraba todo lo que había dentro y ansiaba recibir migajas a cambio… migajas que hubieran bastado para darle vida y aliento, para hacerlo despertar y entregarse con toda el alma.

Su cadáver sigue estorbando, es sólo un bulto inservible rodeado de seres vivientes que se burlan de él y que maldicen el momento en el que todos ellos se rigieron por ese tirano despótico que arruinó tantas sensaciones y emociones.

Murió. Pero en vida logró engendrar un odio perpetuo que aún maldice su existencia.

Hoy no revivirá, hoy no regresará para darte todo lo que se quedó guardado. Hoy los recuerdos de su legado son sólo pequeñas cicatrices que sanaron impidiendo el riesgo de otra nueva infección.

En realidad fue una víctima, de ti, de ella, de mi, de todos los que lo rodearon y le dieron placebos para hacerle creer en sueños y en princesas, una víctima de los enormes deseos de ser recibido y otorgado como un invaluable presente; una víctima de tu amor, de ese amor que nunca le diste por completo… era un idiota. Un idiota que deseaba probar el sabor del cariño envuelto en pasión, un idiota que nunca midió consecuencias y se dejó llevar por sueños en los que tú estabas a mi lado para siempre y en los que nunca te irías.

Deseaba vivir en ti, en tu cuerpo, en tu mente y en tu alma, deseaba ser tuyo… pero nisiquiera tuvo la fuerza para lograr eso… nisiquiera eso pudo lograr.

Aún lo recuerdo, recuerdo esa pasión que sentía y esos brincos que daba cuando te acercabas a él y lo acariciabas con tus palabras, recuerdo los cuentos de hadas que escribió, en los que su princesa estaba a su lado, dándole cantidades invaluables de amor.

Era inocente. Era honesto, era real y siempre fue sincero, nunca usó corazas ni caparazones para ocultarse, era feliz sintiéndose observado y engañándose creyendo en que recibía la fuerza vital para él… pobre, pobre iluso.

Al funeral no asistió nadie, ni tú ni ella, ni ellas… nisiquiera yo estuve ahí. De repente un día recordé que vivió aquí por un tiempo y traté de encontrarlo… sólo encontré su cadáver y un fragmento de “Hay en tus manos” de “Turbina”: “...No me dejes… quédate”

Quiero pensar que ahora está en un mejor lugar, espero que en el fondo él haya logrado creer todas esas cosas del paraíso y de la “vida después de la muerte”… a pesar de que no lo extraño, espero que en este momento él ya se encuentre en un lugar donde estés tú, ella y ellas. Donde tus besos lo llenen y respire libremente el perfume de tu cuerpo… pero sobre todo, espero que se encuentre tan bien; que no se atreva a regresar, porque entendí que su presencia nos daña a los dos, que su influencia nubla mi vista, mi mente y mi senda hacia algo mejor…

Prometo que de vez en cuando te recordaré y trataré de hacer las cosas que a ti te gustaban, trataré de abrir las puertas para que alguien entre… pero no te garantizo que se quedará, porque sin ti para preocuparte por ella, estoy seguro que tarde o temprano encontrará la peste que emana de tu cadáver y se largará…. Aunque bueno… cuando estabas aquí, quienes te encontraron con los brazos abiertos para recibirlas siempre se burlaron de ti y al final también terminaron largándose, no sin antes asegurarse de dejarte infectado de un virus mortal que a la larga cumplió su cometido.

Este es mi último adiós para ti, mi pequeño, inocente y maltratado corazón. Esperando firmemente que nunca te atrevas a regresar; porque esta vez no esperaré a que alguien venga a acabar contigo y conmigo al mismo tiempo, ya que sobre tu lápida dejé escrito un versículo de la Biblia, que espero seas capaz de leer desde el más allá: Éxodo 10:28 “Retírate de mi presencia y ya no vuelvas. Si te presentas otra vez, será para morir”

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jamas pense que guardaras tanto sentimiento dentro de esa cabeza dura... chidisimo

un abrazo chava por cada palabra escrita

Dayana

Mamitis.

Siempre he sabido que V es el amor de mi vida. Lo que aún no sé es cuándo dejara de serlo. Hoy, mientras revisaba las cartas que le escri...